¿Sabías que existen unas rocas maravillosas que al ser golpeadas con un martillo u otro objeto pesado, emiten un sonido similar al de una campana?
Hay cierto tipo de rocas que, por su naturaleza o su tratamiento, tienen la curiosa propiedad de sonar como campanas cuando se las golpea. Es lo que se conoce como litofonía, cualidad descubierta ya en tiempos prehistóricos y que nuestros ancestros aprovechaban para producir música. Aquí mismo, en España, tenemos un caso registrado por los arqueólogos: el de los litófonos canarios (los hay en Tenerife, El Hierro y Fuerteventura), usados por los nativos para algún tipo de comunicación musical, probablemente ritual.
No todos los litófonos se remontan tan atrás en el tiempo; algunos son más recientes y, de hecho, hay músicos que practican la interpretación recurriendo a este tipo de insólito instrumento, formado por varias lajas pétreas a manera de gran xilófono; uno de los más afamados es el grupo argentino ENS pero en España lo hizo también, en los años ochenta, el Taller Canario de Canción (del que formaba parte Pedro Guerra). El tipo de material varía, eso sí. Los antiguos chinos usaban el jade, por ejemplo, para elaborar lo que llamaban pien-tsin, unas lascas de diferentes tamaños que, en número de dieciséis, se colgaban de una cuerda. En otros casos parece ser más frecuente el basalto.
Lo que sí es común es el sonido que producen, metálico, similar al que se produce al golpear una taza o, exagerando un poco el símil, una campana. La razón exacta por la que suenan así es objeto de estudio y controversia desde hace mucho y parece estar relacionada no sólo con la composición de la piedra -concretamente su nivel de contenido en hierro- sino también con su proceso de formación, si fue una cristalización rápida o lenta, pues ello influye en una de las cualidades necesarias para la litofonía: la delgadez de su capa externa.
Los litófonos naturales no se concentran en un único lugar sino que se reparten por casi todo el mundo, desde China a Estados Unidos, pasando por Australia, Azerbaiyán y un montón de sitios más. Así, podemos citar las rocas de Kiandra, en Nueva Gales del Sur; la Bell Rock australiana; las Singing Stones de Namibia; las Musical Stones of Skiddaw inglesas; el Cerro de las Campanas mexicano, etc. De todos ellos hay tres rincones que atraen especialmente la atención de los estudiosos, todos ellos en Estados Unidos, por la gran concentración que presentan de este fenómeno.
Uno de ellos es el estado norteamericano de Pensilvania, donde se localizan hasta tres sitios distintos: Ringing Rocks County Park, Ringing Hill Park y Stony Garden. El primero es un parque natural en el que se encontraron rocas sonoras hace ya tiempo, en 1876; con el tiempo ha ido creciendo en extensión para mejorar su protección y hoy alcanza cincuenta y un hectáreas. El segundo se descubrió antes aún, en 1742, y durante mucho tiempo funcionó como parque de atracciones; desde 1957 es propiedad privada. El tercero es el mayor de todos de carácter público porque, en realidad, consiste en varios campos de cantos rodados de olivino.
También Nueva Jersey, en la cuenca de Newark, tiene una docena de campos de litófonos naturales tipo Felsenmeer (Mar de Roca) a base de olivino, que es un neosilicato resultante de la fusión de capas de diabasa, roca ígnea de origen magmático, en un proceso que se prolongó desde el Jurásico -hace unos 200 millones de años- hasta el Pleistoceno. El campo más famoso y mediático de esa zona es Rocks County Park, en Bridgeton Township.
El tercer lugar es el condado de Jefferson, en Montana, en cuyas montañas se localiza el Ringing Rocks Pluton. Como indica su nombre, está compuesto por rocas plutónicas, formadas por un enfriamiento lento del magma y meteorizadas por la erosión glaciar del Pleistoceno. Rader Creek Pluton y The Ringing Rocks Tor son sitios parecidos.
Fuente: La Brujula Verde
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